Chile es un país de contradicciones y el cultivo de
transgénicos es una muestra más de la falta de claridad de las autoridades. El debate sobre los
transgénicos no es muy conocido y enfrenta a dos grupos casi radicalizados: por un lado los
ecologistas, por el otro los empresarios chilenos y las
empresas transnacionales.
En el país se importan desde 1993 productos genéticamente modificados. El gobierno ha manifestado la importancia de la innovación y el desarrollo y en las universidades se están realizando investigaciones para desarrollar alimentos
transgénicos. Sin embargo,
no hay una ley que regule el tema. Mientras la ley se discute, Chile es uno de los semilleros del mundo.
Michael Handford es un biólogo especialista en ciencias vegetales a nivel molecular y nivel celular. Es investigador de la Universidad de Chile, donde también es académico. Trabaja en uno de los laboratorios en que se hace investigación con
transgénicos. Acá habla de la investigación en el país.
-¿Con qué variedades se está trabajando?
-Acá en Chile y en el mundo hay muchísimas personas que están trabajando con cereales como el trigo, arroz, cebada. También en el mundo forestal acá en Chile hay gente trabajando con pino y
eucaliptus, y otro modelo que incluye vides, papas y duraznos. Esas son las especies mayoritarias.
-¿Cómo es el proceso de realizar un
transgénico?
-Primero se trabaja con una planta modelo, en el mundo animal sería un ratón o la mosca de la fruta. En el mundo vegetal existe un modelo que se llama
arabidopsis. No tiene ningún valor comercial ni nada, es solamente un modelo, pero la gracia que tiene es que el
genoma está secuenciado y es fácil de regenerar. Entonces lo que uno hace es mirar la función de un gen de interés en
arabidopsis y después lo aplica en un organismo que sí es interesante: en cereal, en un árbol, en un frutal.
-¿Cómo se hace una investigación en
transgénicos?
-En algún momento hay que hacer una transformación genética, eso significa poner el gen que uno quiere expresar desde cualquier organismo, y hay que ponerlo físicamente en el
genoma dentro del
DNA en el núcleo de la planta de interés, ya sea un arroz o un árbol. Eso se puede hacer de distintas formas. Originalmente se usa una pistola que contiene
microbalas que encima tienen una capa de
DNA de interés. Eso uno lo dispara al tejido y al azar algunas de las balas van a topar con el núcleo y, también al azar, algunas de los
DNA que están cubriendo las balas van a integrarse al
DNA del huésped, de la planta que está recibiendo el disparo. Sin embargo, eso no es muy dirigido y además produce un montón de daño porque físicamente uno está dañando la célula. La parte difícil después de eso es regenerar la célula.
Entonces ahora la gran mayoría de las transformaciones genéticas se realizan utilizando una bacteria natural: existe una bacteria que crece en la tierra, que se llama
agrobacteria, y que dentro de su proceso natural de la vida inserta parte de su
DNA al
DNA de una planta. Entonces lo que uno hace es sacar ese pedazo. Se inserta el
DNA de interés mucho más dirigido en el
genoma sin causar tanto daño a la planta. Por lo tanto uno obtiene la primera célula
transgénica.
La parte difícil es tener esas células. Hay que tratarlos con mucho cuidado para que con las distintas hormonas, con la luz que necesita una célula vegetal, se propague, reproduzca y además empiece a brotar una hoja y echar raíz. Eso es igual que el proceso de la vida, en el caso de un árbol puede demorar meses o años y muchas veces hay que hacerlo bajo condiciones de esterilidad. Entonces eso es lo más complicado. La parte de la transformación genética propiamente tal a veces es la parte más fácil, pero después regenerar un árbol a partir de un par de células que ya están transformadas es difícil. Eso se está realizando en este laboratorio y en otros en Chile.
-¿Qué se necesita para desarrollar un proyecto de investigación?
-Son proyectos a largo plazo. Uno requiere varios materiales y alumnos dedicados a eso. En general son financiados por agencias estatales. Como parte de la aprobación de un proyecto se requiere proteger lo que uno está haciendo, proteger en términos de patente, propiedad intelectual e industrial. Para cumplir con las exigencias de los organismos estatales hay que ir con los abogados de licenciamiento del derecho de propiedad intelectual para resguardar lo que uno hace. Y eso es típico en todo el mundo.
-¿Se preocupan las agencias por las consecuencias sociales que pueden tener las investigaciones?
-Sí, se están preocupando. La ley no permite que uno genere una planta para consumo animal ni humano. ¿Entonces por qué están financiando si ésa es la situación? Solamente en los últimos años han empezado a financiar. El sistema es extraño porque hay plantas
transgénicas siendo cultivadas actualmente en Chile, pero no se permite su consumo lo que es un poco paradójico. Lo que está pasando ahora es que hay, por ejemplo, plantas de maíz que están siendo utilizadas solamente en Chile para hacer más plantas de maíz, o sea, hacer crecer las semillas para tener más granos de
choclo que luego se venden a otro país. Ellos cultivan y después pueden utilizar el maíz o la
soya como algo
transgénico. Entonces somos un huerto para plantas
transgénicas que luego están siendo comercializados por otros países, especialmente por Argentina.
-¿Te parece raro?
-Para los investigadores es
extrañísimo. Internacionalmente lo ven raro. Lo raro es que si uno vende semilla uno recibe X plata, pero si uno vende un producto final, como galletas o un
kétchup que contiene almidón sacado de semillas de maíz uno recibe diez X. Chile actualmente está perdiendo mucha plata porque exporta todos sus
transgénicos a Argentina y ellos están ganando la plata. Después nosotros tenemos que pagar para importar productos elaborados con nuestras propias semillas.
-¿Hay alguna certeza de que los
transgénicos producen algún daño y por eso no lo permiten?
-En Estados Unidos se están comercializando y consumiendo los
transgénicos durante por lo menos diez años. Sobre todo la
soya y el maíz, y eso entra en distintos alimentos: pan, pastas, aceites, galletas, etc. Ellos son trescientos millones de personas, entonces si uno hace el cálculo de que están comiendo un pedazo de pan de molde todos los días, son millones de millones de millones de alimentos
transgénicos que han sido consumidos solamente en Estados Unidos. Hay otros países que también permiten su consumo y hasta ahora no se ha notado ningún efecto dañino en las personas. Tampoco en animales para consumo de forraje.
-¿Y en el medio ambiente?
-Sí. Hay algunos estudios que han demostrado que hacen efectos adversos. Pero el problema es que la agricultura actual no es muy amigable con el medio ambiente. No es natural tener cien hectáreas de solamente un cultivo creciendo. Eso no es muy bueno.
-¿Está clara la diferencia entre plantar, por ejemplo, diez hectáreas de maíz natural o plantar diez hectáreas de
transgénicos?
-Está bastante claro. No está permitido hacer crecer cualquier cosa en cualquier lado. El problema es que si hay un maíz
transgénico y en el predio de al lado hay un maíz no
transgénico, ¿cuál es la certeza de que la polinización del maíz no
transgénico ocurre con polen
transgénico? Eso es potencialmente dañino, sobre todo para el agricultor de al lado que cree que está vendiendo algo que no es
transgénico y de repente está vendiendo algo
transgénico. Para el mercado orgánico ése ha sido un problema porque no se puede comercializar nada si es que hay riesgo de que haya sido polinizado con algo
transgénico.
-¿El dilema es probar que no es dañino, o que es beneficioso?
-Sí, es un dilema porque cualquier alimento
transgénico enfrenta más dificultades que cualquier otro alimento para su comercialización. En los
transgénicos lo que uno está haciendo es sacar un gen o dos genes de una planta o bacteria y poniéndolo en otra planta que ha sido
súper bien comprobado que no hace ningún daño. Pero ese hecho de que uno está sacando un par de genes y, por lo tanto un par de proteínas, pone una etiqueta sobre esa variedad por lo que tiene que pasar por más reglas y cumplir muchísimas más normas. La parte científica de hacer una planta muchas veces es la más fácil. La parte más difícil es protegerlo y después comercializarlo para que pase por todos los reglamentos de los distintos países. Siempre se va por el principio seguro: ver que no tiene ningún efecto adverso, en vez de ver los lados positivos de por qué sí los
transgénicos son buenos.
-¿Las investigaciones en Chile se difunden o quedan dentro de un círculo de especialistas?
-Lo que hace un científico a veces es muy difícil difundirlo al resto del país.
-¿Crees que en Chile hay un debate sobre el tema?
-Hay esfuerzos para tratar. Yo creo que cuando el proyecto de ley esté más avanzado se va a discutir más. Por ejemplo, pocas personas saben que sólo se cultivan
transgénicos en Chile.